Cerrado por defunción: a por el efecto Lázaro en los servicios sociales de atención primaria

Servicios sociales de atención primaria

 

¿Podemos afirmar que la intervención social ha muerto en beneficio de las labores de tramitación administrativa en los servicios sociales de atención primaria?  Aprovecho una entrada en el blog de Fernando Fantova del 5 agosto. Su escrito ha despertado en mí cierto desasosiego y enfado. Con todo el cariño y respeto, Fernando remueve conciencias y es de agradecer. Estaremos de acuerdo en que el enfado es una reacción natural, presente en nuestro ciclo vital, demuestra que estamos vivas, sentimos y tenemos principios. Es interesante reflexionar sobre qué produce esa emoción, por qué aparece y cómo podría/mos intentar gestionar u operativizar posibles respuestas.

Fernando plantea el “carácter residual” de la intervención social. Si atendemos a la misión, a lo que hacemos, no le puedo quitar la razón. Tratamos de atender todas las necesidades de unas pocas personas. Este pretendido carácter integral de nuestras atenciones, ese intentar llegar a todo, hace que solo podamos rozar la superficie de los problemas. Hacemos mucho, pero “arreglamos” poco. YA lo dice el refranero popular “quien mucho abarca…”. Queremos ser un sistema con nuestra cartera de servicios pero funcionamos como un nivel. Tratamos de gestionar recursos de las carteras de otros sistemas y luego no tenemos tiempo para intervenir. Ahí tenemos el IMV que muchas compañeras están tramitando... Sube dos o tres puntos el enfado.

Continúa señalando la dedicación de personal técnico a tareas de tramitación más que de intervención. Paliamos los síntomas mediante la gestión de prestaciones, sin ir más allá. A la vez nos quejamos de que siempre vienen las mismas personas. Yo también suelo ir a la misma farmacia a recoger la medicación para un tratamiento crónico. La farmacéutica, que es una técnica, está encantada de atenderme. Además, lo hace con mucha educación y, me atrevo a decir, hasta con cariño. La realidad es que nos hemos vinculado laboralmente con ese encargo. Lo criticamos pero ¿qué hacemos para cambiarlo? Otros cuatro puntos más de enfado.

Para rematar, el encargo de las políticas sociales es informar y tramitar las prestaciones de la cartera. Y estás prestaciones, al menos en la atención primaria de servicios sociales, no tengo claro que tengan un sentido de dirección que mantenga coherencia entre las razones de cada prestación y su propósito. Por ejemplo, la renta garantizada como prestación económica se pretende que sea para la incorporación social. Oiga, una prestación económica es para cubrir necesidades de subsistencia: alimentación, vestido, vivienda y gastos varios. La incorporación social es otra cosa. Además, la exclusión social es una situación de naturaleza multidimensional. ¿en serio pensáis que con una prestación económica se soluciona? Serán necesarias intervenciones de alta complejidad, alta intensidad y a largo plazo. La buena noticia es que ya podemos inferir la idea de intervención social.

Por otra parte, una emoción negativa es un descoloque ante el mundo real, algo no está pasando como yo entiendo que debería ser. Es un síntoma, una evidencia de que la realidad no ocurre de acuerdo con mis valores y principios. Lo interesante aquí es que tenemos una idea de cómo deben funcionar las cosas. Tenemos principios, aunque a veces funcionan de manera inconsciente. Cuando alguna persona se enfada, tanto en la atención directa como en la formación con profesionales, les propongo seguir la pista de esa emoción. Les animo a preguntarse: ¿por qué ese enfado?, ¿cuál es su razón fundamental? Es un primer momento de introspección para conectar el sentir con el pensar.

Y yo me enfado, ¡claro que si! ¿Por qué me enfado?, porque llevo años reivindicando que somos un sistema con una cartera propia de servicios sociales (o 17 según las CCAA) y no somos un nivel. No me resisto a comentar que durante el confinamiento me llamaron para que fuera a ver si una persona “problemática” tenía síntomas de Covid y si los tenía que llamará al médico. Le pedí una bata, un fonendoscopio, un termómetro, junto a un curso express de medicina, de enfermería o al menos de auxiliar o de voluntario de la DYA o Cruz Roja. Entiéndase la broma. “Joder, estamos hasta arriba con las rentas garantizadas, las ayudas de emergencia, las ayudas extraordinarias, organizar el SAD, los protocolos covid -cada día uno o dos distintos-, conseguir EPIS, garantizar la atención mediante las TICs ¡que esto es nuevo! Y ¿tengo que ir a ver si una persona tiene fiebre y tos?, ¡no me toques los …!”. Estoy comprometido con la sensibilización sobre qué prestaciones ofrecemos, qué sabemos hacer y cuál es nuestro encargo abarcable. A falta de una definición clara del objeto, Fernando lo establece en la interacción social, Manuel Aguilar concreta los ámbitos de intervención:

1. Cuidados personales a las personas que no puedan desarrollar sin la ayuda de terceros las actividades de la vida diaria (podríamos hablar de atención a la dependencia, pero ampliada a no dependiente.

2. Protección, y la sustitución de la tutela cuando proceda, de las personas no plenamente capaces.

3. Acompañamiento para el desarrollo personal y la integración comunitaria

Por si esto fuera poco, gestionar prestaciones es solo atender los síntomas. Desde luego, algo imprescindible para garantizar el acceso a los derechos subjetivos y un mínimo de condiciones de vida. Pero podemos proponer otras prestaciones técnicas que profundicen en las situaciones personales. Podemos proponer una intervención técnica de desarrollo personal que permita superar dificultades.

Toda crisis y disminución de la actividad económica produce el efecto contrario en servicios sociales de atención primaria. Produce un aumento de la demanda y detectamos más necesidades. Lo volvemos a ver en la actual coyuntura. Y seguimos con el método de casos. Recordar que es posible organizar los flujos de demanda. Tenemos disponible el trabajo grupal donde poder agrupar personas por perfiles de demanda. Incluso impulsar los grupos de ayuda o las asociaciones, animarles a autoorganizarse para buscar recursos complementarios. Cuando se pueda, ceder el bolígrafo y que la persona rellene su solitud, parafraseando a Garcia Roca que sean “agentes, actores y autores”. 

Además, el encargo de las políticas sociales en mi opinión es confuso. Se nos pide que solucionemos problemas, pero nos exigen que prioricemos la tramitación de prestaciones. DE hecho un indicador para la financiación de servicios y recursos, en Navarra, es el número de rentas garantizadas de una zona. A más RG, más financiación. El objetivo de un gestor será aumentar el número de esa prestación para poder conseguir más financiación. Algo perverso, pero real.

Por último, atendemos ese encargo de priorizar la gestión de prestaciones, priorizamos la burocracia sin más cuestionamiento que la queja y el reproche. Decimos que no tenemos tiempo, MENTIRA, el tiempo que tenemos lo dedicamos a esas gestiones en detrimento de la intervención social “autentica”, la que en mi opinión da un sentido completo a nuestra profesión. Mis valores son el compromiso con la persona, con mi institución, la responsabilidad, el esfuerzo, la reciprocidad, la constancia y el optimismo entre otras.

Os imagináis que dijéramos lo siento no tengo tiempo para esas gestiones burocráticas. En fin, ¿cómo lo veis, priorizamos burocracia, como hasta ahora o priorizamos intervención social?

Comentarios

  1. Mi felicitación por tu entrada, me hace recordar lo que escribí hace poco respecto al aburguesamiento, ahí lo dejo.

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    1. Si Rafa la recuerdo. Va en la misma línea, me sentí. identificado con tu reflexión.

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  2. El Sistema Público de Servicios Sociales murió hace tiempo, y el Trabajo Social dentro de él también. Lo he explicado en mi blog en varias ocasiones. Se convirtió en una especie de gestoria de prestaciones y no hay en estos momentos ni demanda social, ni voluntad política, ni impulso profesional para cambiarlo. La única solución es una redefinicion entera de la política social y del papel del SP SsSs dentro de ella, algo que, hoy por hoy, no es una prioridad para nadie.

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    1. Te diría que eso demuestra un pesimista abatimiento. Aunque tienes toda la razón me resisto a no intentar cambiar las cosas. En Navarra estamos desarrollando una herramienta para la intervención social. En todas las formaciones para su uso recuerdo que no es para cumplir un requisito burocrático. De momento, no puedo rebatir tu argumento: hemos olvidado la intervención social.

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    2. No es cuestión de pesimismo. Honradamente pienso que no podemos cambiar el sistema siguiendo las propias reglas del mismo, que son las que han llevado a la situación actual. O las transcendemos con un cambio radical o no conseguiremos más que lo que hemos conseguido hasta ahora.

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  3. Muy buena entrada F. J. De Miguel. Totalmente de acuerdo con la reflexión sobre la intervención social y la situación de los servicios sociales .Por desgracia no es nuevo el escenario que describes. Hace tiempo que la burocracia y las políticas neoliberales están llevando a esta situación de cronificidad y asistencialismo.
    El reto está en no convertirnos en profesionales adaptativos y desde nuestro rincón inconformista, ser más transformadores que inmovilistas y no cerrar por defunción de funciones esenciales del trabajo social

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    1. Hola Begoña. Conparto la metáfora del rincón inconformista y desde ahí intentar ganar espacio para la intervención. Cada una en la medida de nuestras posibilidades: los blogs, desde nuestro trabajo, mediante los contactos, pero sobre todo en el día a día de nuestra praxis. Gracias por tu valoración

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