Servicios sociales en estado de alarma: ¿regreso o retroceso a nuestro origen?


En primera línea y esenciales, como nivel. Esta claro, hay que dar un paso adelante y arrimar el hombro, pero ¿qué somos los servicios sociales?

Yo diría que alcancé madurez profesional hará unos 10 años. Me refiero a ese momento en el que reflexionas sobre todo lo aprendido y lo que has vivido. Donde desarrollas un sentido de perspectiva y sabes que cada posible decisión puede tener desarrollos y consecuencias que no dependerán de nosotras. Es ese ciclo vital en el que emerge un equilibrio en tus competencias, cierta armonía entre conocimiento, habilidad y actitud. Tomas consciencia de que algunas intervenciones van a exigir muchísimo esfuerzo, donde sabes que es fácil hacer una pregunta o proponer una atención al igual que percibes lo complejo de la respuesta y su implementación.


Los principales valores que asientan mi desarrollo profesional son: compromiso, responsabilidad, esfuerzo, aprendizaje, reflexión, generosidad (compartir), coherencia (entre reflexión y acción -a veces al revés-, entre pensar / decir y hacer), constancia y flexibilidad. Fruto de ello, me creí que somos un sistema, trabajo por reivindicarnos desde nuestro objeto exigiendo lo que atañe a cada servicio o institución. Permitirme un breve apunte sobre nuestra misión, algo poco claro, que tiene que ver con la protección (menores y personas incapacitadas judicialmente o su detección), con la incorporación social y con la atención a las personas en situación de dependencia. Todo ello como tema común la interacción de la ciudadanía en y con la comunidad en sus diferentes ámbitos (social, personal, convivencial, económico y salud). Me niego a funcionar como un nivel que debe atender lo que el resto no quiere asumir, haré una entrada con anécdotas. Defiendo la creación de estructuras de atención integrada y es aquí donde me adapto, en la cooperación, no en el desentenderse de las personas que pueden molestar. Utilizo el diagnóstico y la valoración social, generalmente estructurada, base de nuestra labor de ayuda y apoyo.

Sin embargo, ahora vamos a “salto de mata”, navegamos en la indefinición, se publican decretos de hoy para mañana, sin tiempo para leerlas. Quedamos como idiotas incompetentes. En pleno estado de alarma se prometen ayudas de todo tipo sin definición de su objeto, requisitos de acceso, conceptos incluidos y cantidades. Tampoco se da una comunicación oficial de la cantidad económica, o de si se van a aumentar las partidas disponibles que son escasas y orientadas a situaciones graves de los casos diagnosticados o con los que estamos interviniendo (apercibimiento de corte de luz, gas, amenaza desahucio, esto ahora en moratoria). Primero se dice qué se va a hacer y se publicita, pero las encargadas de la gestión y la tramitación desconocemos los detalles.

Lo anterior produce un efecto llamada sin dinero con el que atenderla. Ahora bien, tenemos los recursos de la escucha, la información, la orientación y el asesoramiento. Esto no soluciona la sobrecarga del sistema que no beneficia a nada ni a nadie. Además, el aumento de la demanda ocupa un espacio donde hay que dar largas aclaraciones a un público desconfiado que alude a carteles, prensa, radio y televisión. Un tiempo que quitamos a resolver problemas para los que sí tenemos recursos. Por sacar algo positivo, permite detectar circunstancias de necesidad en escenarios iniciales lo que facilita prevenir un mayor deterioro y reducir riesgos.

Ahora más que nunca necesitamos el “arte” de la intervención social, imprescindible en este contexto pero ¿dejamos de lado el diagnóstico social por la inmediatez? Sí, priorizamos la beneficencia, la protección, el apoyo con una moratoria en la intervención. Con la lógica de la proximidad, nos encargan las respuestas ágiles de emergencia. Somos profesionales esenciales ligados a las entidades locales, estamos en primera línea, podemos hacerlo. Preguntamos y basta una declaración jurada para ofrecer el recurso demandado. No obstante, sabemos los peligros de las prisas, de la rapidez. Me refiero a la posibilidad de equivocarnos, algo que debemos asumir en este tiempo de miedo e incertidumbre.

La inmediatez tiene otros peligros a medio y largo plazo. Me refiero al riesgo de agotar los recursos al dejarnos llevar por la urgencia de la demanda, sin tiempo para diferenciarla de la necesidad y está de la emergencia. Sin embargo, quiero reivindicar que todo lleva su tiempo. Por mucha prisa que tengas, desde la concepción de un hijo pasan nueve meses hasta su nacimiento. Un caso nuevo ha de ser diagnosticado para dar una respuesta adecuada. Un nuevo diagnóstico social exige, echémosle, 90 minutos, más el correspondiente registro en las bases de datos, la asignación de recurso y su tramitación…. Yo diría que en total unas 3 horas. Todo en un entorno digital donde nosotras tenemos más medios que la mayoría de la ciudadanía que atendemos. Tareas que antes hacían ellas, como rellenar una solicitud, debemos hacerlas nosotras.

Como conclusión, el pasado vuelve a nosotras. Lamento comunicar que los servicios sociales, otra vez,  nos comportamos como un nivel de atención, asumimos los encargos que el resto desatiende desde su (i)responsabilidad. La beneficencia campa a sus anchas entre nosotras, la ciudadanía nos la exige y además con urgencia.

Nuestra competencia y objeto están en cuestión al quedar como idiotas en la inmediatez de la demanda de beneficencia, aunque el sistema de protección siga funcionando y las prestaciones lleguen puntualmente. Entiéndase la crítica y la ironía dirigida a nuestra profesión. Sirva como revulsivo esta aseveración.

Comentarios

  1. Estimado compañero: hace tiempo que esta profesión nunca encontró su sitio. Se lo impusimos en teoría, la hemos metido con calzador a remolque de los tiempos porque los tiempos de otros y de las realidades nos han ganado la posición que nunca hemos sabido defender, esa profesión que revisamos en congresos, en eventos varios, en no pocos artículos, más académicos que a pie de obra. La anterior crisis de 2008 ya nos empujó contra las cuerdas de la inmediatez y la demanda alocada porque otros sistemas universales cribaban mejor que nosotros.O atendían de manera organizada. Porque les instruye un modelo, cosa que este subsitema nuestro, no tiene. Y esa es la Universalidad con mayúsculas. O si lo tiene / el modelo/ está en permanente estado de revisión, más por nuestras carencias que por las objetividades de lo que debemos atender. Funcionamos a golpe de demanda porque el resto de Sistemas excluye lo que no es capaz de absorber. De aquella crisis pudimos aprender por dónde venían eso que tanto nos gusta identificar como los "perfiles" y las "demandas", pero no fuimos capaces de adaptarnos. Bien es verdad que nos falta, y no quiero pecar de centralista, un modelo universal con una ley general que indique por dónde debemos de ir. Pero incluso esto, se lleva diciendo muchos años, quizás glaciaciones. En vez de reivindicar nuestra profesión hemos acabado sucumbiendo a una tecnificación y ofimatización de la misma, a una burocratización superlativa y a una no menos fiscalización con los "merecedores" o no de las prestaciones. Y eso es para hacérnoslo mirar , porque esto es colaborar con un trabajo social neoliberal que solo aplaca la tensión social. En esta línea colaborativa llevamos tiempo. Y por ahí se nos va la fuerza, por la permanente revisión de las formas en vez de los para qué. Hace tiempo que no miramos a la cara de la gente.
    Esta crisis nos va a llevar por delante porque nos ha pillado en un momento de inseguridad estructural, con bajos niveles de respuesta, (la inmediatez no nos sirve de nada, para eso está la beneficencia y el circo solidario que tanto abunda) con poca capacidad de intervención real , estamos muy desconectados de otros sistemas (Empleo, salud, Justicia) y con poca capacidad de absorber lo que nos está demandando la actual situación vírica. Sin embargo, estos días de duro trabajo, he observado algo que suponía pero no veía hecho realidad: la gente a la que atendemos tiene una bala en la recàmara, la gente tiene un plan B. Y no, no lo digo para echarlo en cara, ni para fiscalizar, ni siquiera como acusación particular,no.Lo digo para comprobar que nuestra observación es muchas veces incorrecta y estamos más en la beneficencia que en la necesidad objetiva. Esos planes B y esas balas están operando en el espacio comunitario, desde ahí la gente se protege, se blinda, se activa, busca salidas, y las encuentra. Nos falta activar, meternos en ese espacio tantas veces nombrado y tan poco trabajado. Desde ahí veo las enormes posibilidades de reencontrarnos con la gente a la que atendemos y con la profesión que hemos perdido. saludos
    Paco Roda/ Trabajador Social /Ayuntamiento de Pamplona-Iruña

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  2. https://www.noticiasdenavarra.com/opinion/columnistas/a-pie-de-obra/2020/03/23/reto-servicios-sociales-hoy/1032869.html

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  3. Compañero Paco: que te voy a decir que no sepas. Infinidad de veces has puesto palabras a reflexiones que me rondaban la cabeza y, una vez más, lo vuelves a hacer. Una de las cuestiones que más me preocupan el vínculo, la confianza en el otro, la legitimidad de salir adelante.
    Efectivamente, como viene siendo habitual "hemos tenido más voluntad que recursos, más ideas que organización".
    Vaya despedida de profesión !!!! o mejor de entorno laboral. Aunque confío en seguir contando con tu columna en Diario de Noticias y nos cuentes tus proyectos futuros.
    Gracias por tu aportación.

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