Atender la realidad o cómo evitar perderse en juicios e interpretaciones. El peligro de no diferenciar entre lenguaje descriptivo e interpretativo
En esta entrada reflexiono sobre la importancia de atender a la realidad que nos describen las personas que acuden a nuestros servicios como base de la intervención social (lenguaje descriptivo). Evitando incorporar nuestra conclusión sobre el relato o la decisión (lenguaje interpretativo).
Hace unos
meses, probando una herramienta de triaje, instrumento con la función de
clasificar determinados perfiles y orientar a los recursos adecuados,
propusimos a las compañeras que la iban a pilotar un rol playing simulando una
entrevista. Resultaron curiosas varias cuestiones.
En primer
lugar, la mayoría de las profesionales cuestionaban el instrumento. Partían de
la información previa con la que contaban. Les habíamos pedido que valoraran el
caso atendiendo en exclusiva a la información que ofrecía la herramienta: una
valoración inicial para inicio de atención por el servicio adecuado en el que
habría que hacer otra valoración, esta en profundidad. Como conclusión, la
experiencia y conocimiento de los casos puede suponer un sesgo en la
valoración, será necesario atender esta cuestión para disminuirla o
neutralizarla.
En segundo
lugar, esto me sorprendió, la compañera que desempeñaba el rol de
usuaria ofrecía una información, quien representaba a la profesional anotaba
otra. Cito el ejemplo: se trataba de una mujer inmigrante con un bebé,
manifestaba estar disponible para el empleo porque compartía piso con una amiga
con la que podía organizarse en el cuidado del peque. Pese a esto, la compañera
valoradora, concluyó que NO estaba disponible para el empleo. Destacar que esta
cuestión entraña riesgos, tanto en la valoración, como en la prescripción.
Alguien manifiesta querer trabajar y nosotras le orientamos a la crianza.
¿Atendemos la expectativa de la persona valorada o lo que nosotras concluimos
que debe hacer?
Expuse el
ejemplo en grupo, y surgió la cuestión de ¿cómo va a trabajar si tiene un bebé?
La respuesta era evidente, porque quiere y además tiene apoyos para garantizar
el cuidado de su hijo.
Al hilo de
esto, quiero destacar que en nuestro día a día aparecen problemas sociales
indefinidos que necesitan ser descritos desde (su) la realidad. Observando cómo
se manifiestan, convertirlos en una dificultad que contenga el procedimiento
(plan de caso) y la descripción del esfuerzo necesario que requiere su posible
solución. Esto en un tiempo determinado, a medio plazo (unos 6 meses) para
evaluar y redefinir la intervención.
Habitualmente
esto se basa en la interrelación entre una persona y sus objetivos, en la
mayoría de los casos “problematizados”, inexistentes en el mundo como tales o
basados en creencias que requieren ser especificadas y analizadas. Por ejemplo:
“con dos hijos, o con uno, no puedo trabajar”. ¿Nadie que tenga dos o más hijos
puede trabajar? ¿Dónde está la dificultad?: ¿falta de apoyos? ¿Dificultad
económica para pagar una guardería o el comedor del colegio? ¿Ausencia de
flexibilidad del mercado laboral? O más bien hay que explorar la motivación
para el empleo. ¿Es una opción personal que prioriza la crianza
frente a otras necesidades? ¿se lo puede permitir? ¿Sus necesidades se cubren
desde lo público sin otra condición que el cuidado de los o las menores? etc.
Atender
estos planteamientos implica utilizar lenguaje descriptivo de la situación y la
narrativa de la persona, su motivación, las dificultades que incluye y las
alternativas que no incluye. Analizar qué y cómo hace la persona (conducta) y
qué consigue, ¿qué le gustaría conseguir? ¿Qué otras formas posibles de hacer
hay?
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