Caridad o empoderamiento. Dos caras de una moneda, propuesta de complementariedad


Estos días escucho que una famosa entidad pide personas voluntarias para una gran recogida. En el esqués publicitario informa que atiende a veintiocho mil familias. 

No puedo evitar relacionarlo con una recurrente discusión en el equipo sobre esta cuestión. La máxima de "dar de comer al hambriento y de beber al sediento" o nos organizarnos para desarrollar capacidades útiles para cubrir necesidades por medios propios, de cada persona, trabajando desde las expectativas que incluyan otras alternativas diferentes o, al menos, complementarias a esperar  que "lluevan" recursos.


Como profesionales, la realidad cotidiana nos muestra la crudeza de numerosas situaciones donde son necesarias intervenciones paliativas, de reducción de riesgos, de cubrir necesidades básicas, a veces urgentes. Algunas de ellas podemos considerarlas crónicas hasta que encontremos la clave que permita romper el ciclo de la pobreza, muchas veces heredada.

Ante la aseveración "faltan voluntarios/as", surge una respuesta de pura lógica ¿por qué no implicamos a miembros de las familias beneficiarias? Si lo pensamos ahí emerge un espacio de intervención donde podemos aprovechar para trabajar diferentes cuestiones: habilidades sociales, cuidado personal, relaciones, además aumenta la posibilidad de participar en la vida pública -comunitaria-, etc. Hasta ahora no hemos sido capaces de asumir este reto como parte de nuestras atenciones, al menos en mi zona, limitándonos al aspecto puramente caritativo. Incluida la inmoralidad del merecimiento que nos convierte en jueces/as y parte. Allá cada uno con nuestras contradicciones. ¿Hay personas que ni siquiera pueden ser voluntarias? Determinados individuos no pueden, o lo que es peor, no deben participar en cubrir sus propias necesidades. Nosotros y nosotras profesionales y "personas de bien" se lo proporcionamos. Año tras año, lamentablemente, se encuentran las mismas caras en uno y otro lado.

Caridad o empoderamiento. La caridad es una  actitud de interés por "ayudar" a  las demás personas y sobre todo a las más vulnerables o necesitadas pero desde la dádiva, los voluntarios convierten esta actitud en desempeño, la idea en hacer, esto es admirable y públicamente aprovecho para agradecerlo. El empoderamiento es la adquisición de capacidad e independencia por parte de un grupo social desfavorecido para mejorar su situación, un proceso que aumenta la participación. Está parte, aunque no es exclisva de profesionales, la entiendo como fundamental.

En esta breve reflexión a las puertas del verano quería compartir mi punto de vista sobre el reparto de alimentos:

  1. Obligamos a esas personas a acudir a un lugar, a veces haciendo cola, donde resulta fácil "identificar a las familias pobres".
  2. Les damos comida, no la que piden o necesitan, la que hay ¡ solo faltaría que pudieran elegir !
  3. Se identifican como colectivos vulnerables y se hace público. Probablemente conocemos personas que no acuden por vergüenza, aunque lo necesiten. Podríamos llamarlo "pobreza digna".
  4. Como idea surge la caridad, la solidaridad. Un acto puntual que ¿aquieta conciencias? pero ¿soluciona problemas? 
Grandes amigos y amigas participan en ello. En acaloradas discusiones mi argumento suele ser recordar que en Navarra existe una renta garantizada que ofrece un mínimo de 624 € y un máximo de 1247 €, junto a otras prestaciones.
Esto me lleva a la última reflexión donde, como profesionales, tenemos la posibilidad de complementar la cuestión de la caridad inicial y la evolución hacia su superación con otras formas  de cubrir necesidades básicas donde la persona sea protagonista, capaz de tomar sus decisiones entre las alternativas posibles y valorando los futuros a los que conduce cada opción.

En definitiva, estas actuaciones, lamentablemente todavía necesarias, nos llevan a la idea del despotismo ilustrado con una de sus máximas: "todo para el pobre, pero sin el pobre". Un estado de bienestar con situaciones de vulnerabilidad cronificadas y cronificadoras. Se entiende que ellos/as no pueden y nosotros/as sí, conseguimos recursos -materiales- y se los damos. Está iniciativa es preciso complementarla y ofrecer paralelamente otro tipo de recursos relacionado con las habilidades. Una manera de desarrollarlas sería haciéndoles partícipes de ese proceso y cualquiera que les afecte.



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